(En Buenos Aires)
Son las 10:35 pm. Estoy abrumado de verdades, invadido por palabras que no puedo decir, por pensamientos que debo reprimir. Tengo mi verdad, como un castillo que desde acá se ve hermoso, y de afuera horrible. Con paredes de cristal que están empezando a quebrarse y me asusta. Mucho.
Hoy no debería haber despertado, fue un día que hubiera preferido no vivir. No sé qué me pasa, y estoy recién ahora empezando a sospechar que quizás quiero solucionar este problema que me duele y desconozco. Sigue siendo un misterio el “por qué”, el “cómo”, el “desde cuándo”, pero empiezo a vislumbrar algunas partes del “qué”. Y puedo admitir, al menos aquí, en estas hojas sólo mías, que no estoy bien, que no sé qué hacer, y que no entiendo por qué, pero siento que nada quiero hacer. Mi situación es dramática, pues no me alcanza reconocer que tengo un problema y reconocer que necesito alguna clase de ayuda, ya que aún me falta, y es lo peor, querer esa ayuda, querer solucionar el problema. Por ahora veré qué sigue en esta obra dramática que es mi vida. Después algo sucederá, algo bueno o malo, genial o terrible, pero algo. Nada más.
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