Ruidos de siempre en mi cabeza de siempre. Ruidos de voces de afuera y voces de adentro. Voces que no son siempre voces. Voces de palabras duras, de palabras dulces, de palabras que a veces son mudas. Duele a veces el silencio de las palabras de otros. Duele a veces el silencio en las miradas de otros. Pero más que nada duele el saber que el dolor, sea cual sea, dura por siempre, es decir, el siempre que yo le permita durar, que es siempre, por lo menos ahora, por lo menos mientras no tenga nada mejor que seguir sufriendo.
Quiero salir a pasear por otras mentes, quiero salir de mí y encontrarme otras verdades, otras mentiras. Quiero ver otras lágrimas en mis ojos, quiero lágrimas de verdad, lágrimas de felicidad total, lágrimas de dolores verdaderos.
No quiero más esta realidad que me doy día a día, porque estoy cansado de pelear contra mi conciencia de ser. Estoy cansado del hastío cotidiano de no saber siquiera qué quiero, no ya para mi vida, o para cenar esta noche, sino qué quiero ya, en este mismo segundo en el que pienso en todo esto y sólo encuentro palabras y palabras, siempre vacías, aunque estén llenas, siempre absurdas aunque llenas de significado.
Siempre tengo alguna melodía que me aleja de mí, por un breve lapso de inexistencia, pero ninguna melodía logra el verdadero exilio de mí, ninguna música me salva de esta condena que es ser yo, que es saber que estoy siendo, saber que cada paso es un paso, que cada minuto estoy un poco más muerto, que cada día me acerco un poco más al estado de desilusión total, que me espera al final del camino (y a cada paso del camino) la sensación de no haber sido, y de haber sido tanto que me perdí.
Al mirarme en el espejo, en cualquier espejo que me muestre mi cara y mis ojos cansados, me advierto severamente sobre todos estos males que me acosan. Pero me miro con soberbia, mis ojos se burlan de mis ojos perplejos. Creo saber muchas cosas que ignoro, y creo estar de vuelta de muchas cosas que nunca he visto. A veces mi boca se tuerce en insultos al verme mirarme con esos ojos, porque a pesar de todo, sé bien quién soy, sé que toda mi certeza de vivir es blanda como agua y tengo tantos temores que por momentos, muchos momentos, largos momentos, quedo paralizado.
(Estatua de sal negra en jardines ya sin verde después de inviernos eternos)
Eso es todo. Sigo luego. Son las 23:16 del día 5 de julio del año 2001. Sigo sorprendido de seguir, sorprendido de estar sorprendido. Mis ojos abiertos de espanto me muestran ciertas oscuridades. Veremos...
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