domingo, 26 de noviembre de 2006

Lunes 20 de septiembre de 1999, una y media de la mañana.

El sueño llega, pero la lucha comienza. Pasan los minutos de esta noche eterna, pero no logran vencer a mi cuerpo. Los gatos duermen de a ratos, vencidos por la noche, sus estómagos llenos, aprovechando el calor del hogar. Saben que en cualquier momento llegará el amanecer, yo saldré para el trabajo, y ellos volverán a su lugar cotidiano, su hábitat forzado, la calle. Pero ahora duermen. Y yo no. Yo no puedo rendirme ante el pedido de mi cuerpo, porque sé cosas que mi cuerpo desconoce. Sé que el tiempo pasa, y que cada día es un día menos que me queda. Sé que las horas son muy valiosas, demasiado valiosas como para perderlas durmiendo, aunque sea esto lo que me pide a gritos mi cuerpo castigado por mi locura cotidiana. El café, la cafeína, son mis aliados, mis compañeros de vigilia, mis ayudantes en esta travesía hacia el entendimiento del presente. Nadie me entiende, nadie sabe nada de todas las cosas que suceden en mi cerebro, a cada instante asaltado por dudas y esbozos de certezas. Años o siglos quizás necesito para descubrir yo mismo todo lo que me atormenta, que esperanzas pueden albergar los otros, tan lejanos de mis secretos como cercanos de mi cuerpo. Pero de a poco las explicaciones de mi desconcierto van tomando forma. Hoy son poesía, mañana no sé, porque no existe mañana. El arte, única forma de expresar sentimientos, locuras, tormentos, alegrías y tristezas, puede tomar infinitas formas, y si hoy es poesía, es sólo una casualidad, una circunstancia. Pero que nadie se asombre. Mi destino, si es que tengo uno, es expresar, expresar las cosas que siento, las que pienso, las que me suceden, las que deseo, las que temo, las que recuerdo y las que aún espero. Y un día, cualquier día, mi expresión se transformará, quizás las letras se tornen inútiles, quizás sean melodías las que logren satisfacer mi deseo de transmitir, quizás colores, o quizás todo junto, o nada. No sé nada de mañana, como ya dije, porque mañana no existe. Y hoy es todo lo que tengo. Sólo espero que cada hoy que tenga en mis manos sea exprimido hasta la última gota, así cada mañana, transformado instantáneamente en hoy, llega sin remordimientos pasados, sin cuentas pendientes, sin terrores ocultos, sin frustraciones. Eso es todo por hoy. Adiós.

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