viernes, 12 de enero de 2007

20 de enero de 1999

… y todo se hunde cuando pienso, todo es más pesado y desaparece, todo es más pasado también, ya desaparecido, todo se confunde en un torbellino de imágenes y sonidos de miles de instantes imposibles.

… y nadie me salva de esta tortura que es mi cerebro ametrallándome con conceptos abstractos acerca del amor y la muerte, nadie me cuenta el final del monótono ir y venir de las horas, nadie me estremece desde lo más lejano del tiempo, desde siempre y nunca, nadie me canta los versos de los poemas perdidos de la noche más oscura y triste.

… y el mundo se retuerce de insufrible dolor eterno, el mundo se lamenta en llantos estériles que mueren al nacer y nacen con dolor, el mundo no escucha mis gritos desesperados de dolor y angustia por la muerte del tiempo y el regalo del inmenso atardecer.

… y vos mirás todo y no sabés qué hacer, vos pensás en todo esto y sufrís un sufrimiento aparte, un martirio activo, vos mientras hacés todo y no hacés nada, pensás en las necesidades de tu cuerpo y te olvidás del resto, de lo único.

domingo, 10 de diciembre de 2006

Martes 21 de marzo del año 2000.

No puedo escribir ni una palabra, porque estoy casi vacío de todo, porque tengo silencios tan fuertes que temo romperlos, porque miro dentro de mi cuerpo y no encuentro nada, porque sopla un viento nuevo y no tengo aún la fuerza para derribar las paredes del viento, porque el mundo se sonríe burlonamente mientras intento seguir con mis pasos sigilosos, porque los objetos se han revelado y pretenden dominarme, porque esta máquina de escribir hace ruidos que aturden el silencio que es terrible pero a la vez tranquilizador, porque busco entre los escombros de mis ilusiones y no encuentro más que pequeños trozos de realidad, como porciones de un relato que puede llegar a ser fantástico, pero se queda en la pequeñez de 1os pedazos insignificantes, en los diminutos instantes de la trágica comedia de mi vida.

Pero hay luces, pequeños destellos en la inmensa oscuridad, y dije casi vacío, y es ese casi, esa pequeña palabra, el sentido de todo lo futuro, porque el casi es la esperanza, es la luz entre las oscuridades, entre las paredes infinitas del laberinto que me rodea desde siempre y quizás (y quiero destacar este quizás desesperado), para siempre. Eso es todo.

20 de marzo del año 2000

Estoy en mi casa, todo es un desorden total, todo. Es decir, el suelo está lleno de papeles que estuve revolviendo del pasado y que quedaron esparcidos como intento desesperado por prolongar algo improlongable. Los ceniceros, cuatro, llenos todos de los filtros de muchos cigarrillos fumados durante días y días de buscar dentro y no encontrar, y seguir buscando, aún sin encontrar. Y platos y ollas y tenedores y todo el resto con una suciedad que con el tiempo deja de serlo, para convertirse en una suerte de reliquia, como restos arqueológicos de una civilización que fui antes, donde puedo, si quiero, descifrar enigmas fantásticos, como ser lo que comí hace una semana, aunque siempre hay datos perdidos, como que hubo un par de días que no comí nada, simplemente porque no tenía el dinero necesario para que me dieran comida. Y también están todas las cosas que llenan de vacío todos los ambientes, esas que no se ven, pero que pesan y joden mucho más, porque después de todo, los platos sucios y los papeles y el tiempo desparramado por el suelo, y la historia en restos de comidas y bebidas, y el resto, pueden pasarse por alto, uno puede mirar todo, sentarse frente a la máquina de escribir y por un rato olvidarse que a las espaldas hay demasiadas cosas (objetos) fuera de lugar.

Pero con lo otro no se puede. Lo otro, lo invisible, lo que cualquier visitante no vería, está en cada rincón, está en cada lugar donde miro, y en ningún lado. Porque está en mis ojos, en mis manos, en mí. Por eso jode constantemente, por eso no me deja tranquilo ni siquiera ahora, que intento escribir algo para despejarme un poco de todo lo abrumador y perverso que es todo a mi alrededor y adentro de mi cerebro.

El amor se acaba, es un hecho. Puedo creerme durante los momentos en que es verdad, que el amor es para siempre, pero no. El amor se acaba. Y es jodido. Porque uno sabe que nada es para siempre, pero es como la muerte. Todos sabemos, y sin embargo. No puedo todavía hacerme a esta idea que nace en mí. No puedo realmente creer que es real esta soledad que creí erradicada para siempre. No puedo y sin embargo lo creo, porque en definitiva la realidad es una, y es esta.

El pasado no existe, el futuro ya vendrá, aunque no quiera, aunque si quiera, y el presente es lo único que tengo, y es casi nada. Este presente lleno de esperanzas recién muertas, lleno de incumplimientos de promesas absurdas, lleno de lamentos demorados pero a la vez dosificados desde hace no sé cuánto, lleno pero tan vacío, tan vacío.

Eso es todo por ahora. A partir de hoy se planifica otra versión de la realidad, de la mía quiero decir, otra parte, otro capítulo, con otro estilo, con otros personajes, casi como una nueva novela donde a cada paso iré conociendo al protagonista (espero ser yo) y a los personajes secundarios (tan necesarios).

Pero por ahora, es decir exactamente ahora, las 10 y media de la mañana de este lunes gris, sólo me resta esperar y hacer un último esfuerzo por reconciliarme conmigo, por volver a conocerme, porque, aunque lamentable, hoy acabo de nacer, para el mundo, y para mí. Para alguien acabo de morir. Adiós.

15 de diciembre del año 2001.

Siempre hay un río. Siempre hay un horizonte.

Las verdades de la gente, cuando finalmente salen, son aterradoras. Los ojos desorbitados, la piel casi de sangre, la voz con volúmenes totalmente alterados. Por un momento pienso que, si genero tanto odio, algo debo estar haciendo mal. Pero también sé que el odio se auto genera, y que nunca hay motivos suficientes afuera de uno.

Si así fuese, tendría que estar lleno de odios, y no lo estoy.

Tengo mi cabeza completamente en otro lado. Estoy mucho más allá de las “verdades” que los adultos mediocrizados proclaman. No puedo seguir sus consejos, porque soy testigo del resultado invariable de sus vidas. Es decir, no sé si mi verdad es verdadera. Pero sé que la de ellos no lo es. Y si tengo que elegir entre dos opciones como esas, prefiero mil veces la duda antes que la certeza del error.

Por eso estoy así. Lleno de dudas, con la certeza de la duda. Tengo que recorrer este camino, para recorrerlo. Tengo que lanzarme a este abismo y confiar en el paracaídas de mi verdad agujereada.

20 de julio del año 2001

Existo. No me cabe duda de ello. Pero asisto diariamente a las demostraciones externas que me llevan a sospechar de esa existencia que postulo como verdad. Siento a veces tales desprecios sobre mí, que dudo de ser quien creo ser. Mis espejos míos me dan una imagen que resulta ser falsa. Estoy condenado a ser yo, a sorprenderme y hastiarme de estar siendo todo el tiempo. Me cansa, como un trabajo molesto, la obligación de seguir vivo. Tengo un cuerpo, tengo unos ojos, tengo un cerebro y tengo una necesidad poderosa de seguir vivo, pero no por la alregría de vivir, ni siquiera por la esperanza de vivir mejor (ya hace tiempo que no me hago más promesas). Mi necesidad de seguir vivo tiene más que ver con una especie de orgullo absurdo, es querer ver si tengo la fuerza para resistir el estar vivo en este cuerpo y con este cerebro. Y es sólo para mí que lo hago, pues nadie podrá jamás medir la increíble hazaña de haber triunfado, porque mi cerebro está vedado para otros. Nadie puede apreciar lo difícil que es estar vivo aquí dentro, y lo difícil que me resulta morir.

El desprecio de ciertas personas llega a meterse en mí, simplemente porque yo les permito dañarme, pero nunca puedo realmente sentirlo, porque soy demasiado ajeno al resto del mundo, tanto personas como objetos. Tengo muros que me protegen de todo, incluso de mí mismo.

(Despreciame con todo tu desprecio. Tu dolor de vivir es apenas una comedia comparado con mi tragedia cotidiana. Tus palabras y gestos son burlas que te hacés como frente a un espejo, que soy yo. Despreciame, que te estás despreciando.)

Ahora me detengo, afuera de mí la noche avanza hacia inciertos momentos de pena y gloria simultáneos. Me pierdo en la monotonía de saberme gigante e irremediablemente insignificante

Adiós por ahora. Sigo cuando siga, ahora, mañana (que es nunca)

17 de julio de año 2001.

(En Buenos Aires)

Son las 10:35 pm. Estoy abrumado de verdades, invadido por palabras que no puedo decir, por pensamientos que debo reprimir. Tengo mi verdad, como un castillo que desde acá se ve hermoso, y de afuera horrible. Con paredes de cristal que están empezando a quebrarse y me asusta. Mucho.

Hoy no debería haber despertado, fue un día que hubiera preferido no vivir. No sé qué me pasa, y estoy recién ahora empezando a sospechar que quizás quiero solucionar este problema que me duele y desconozco. Sigue siendo un misterio el “por qué”, el “cómo”, el “desde cuándo”, pero empiezo a vislumbrar algunas partes del “qué”. Y puedo admitir, al menos aquí, en estas hojas sólo mías, que no estoy bien, que no sé qué hacer, y que no entiendo por qué, pero siento que nada quiero hacer. Mi situación es dramática, pues no me alcanza reconocer que tengo un problema y reconocer que necesito alguna clase de ayuda, ya que aún me falta, y es lo peor, querer esa ayuda, querer solucionar el problema. Por ahora veré qué sigue en esta obra dramática que es mi vida. Después algo sucederá, algo bueno o malo, genial o terrible, pero algo. Nada más.

lunes, 27 de noviembre de 2006

5 de julio del año 2001

Ruidos de siempre en mi cabeza de siempre. Ruidos de voces de afuera y voces de adentro. Voces que no son siempre voces. Voces de palabras duras, de palabras dulces, de palabras que a veces son mudas. Duele a veces el silencio de las palabras de otros. Duele a veces el silencio en las miradas de otros. Pero más que nada duele el saber que el dolor, sea cual sea, dura por siempre, es decir, el siempre que yo le permita durar, que es siempre, por lo menos ahora, por lo menos mientras no tenga nada mejor que seguir sufriendo.

Quiero salir a pasear por otras mentes, quiero salir de mí y encontrarme otras verdades, otras mentiras. Quiero ver otras lágrimas en mis ojos, quiero lágrimas de verdad, lágrimas de felicidad total, lágrimas de dolores verdaderos.

No quiero más esta realidad que me doy día a día, porque estoy cansado de pelear contra mi conciencia de ser. Estoy cansado del hastío cotidiano de no saber siquiera qué quiero, no ya para mi vida, o para cenar esta noche, sino qué quiero ya, en este mismo segundo en el que pienso en todo esto y sólo encuentro palabras y palabras, siempre vacías, aunque estén llenas, siempre absurdas aunque llenas de significado.

Siempre tengo alguna melodía que me aleja de mí, por un breve lapso de inexistencia, pero ninguna melodía logra el verdadero exilio de mí, ninguna música me salva de esta condena que es ser yo, que es saber que estoy siendo, saber que cada paso es un paso, que cada minuto estoy un poco más muerto, que cada día me acerco un poco más al estado de desilusión total, que me espera al final del camino (y a cada paso del camino) la sensación de no haber sido, y de haber sido tanto que me perdí.

Al mirarme en el espejo, en cualquier espejo que me muestre mi cara y mis ojos cansados, me advierto severamente sobre todos estos males que me acosan. Pero me miro con soberbia, mis ojos se burlan de mis ojos perplejos. Creo saber muchas cosas que ignoro, y creo estar de vuelta de muchas cosas que nunca he visto. A veces mi boca se tuerce en insultos al verme mirarme con esos ojos, porque a pesar de todo, sé bien quién soy, sé que toda mi certeza de vivir es blanda como agua y tengo tantos temores que por momentos, muchos momentos, largos momentos, quedo paralizado.

(Estatua de sal negra en jardines ya sin verde después de inviernos eternos)

Eso es todo. Sigo luego. Son las 23:16 del día 5 de julio del año 2001. Sigo sorprendido de seguir, sorprendido de estar sorprendido. Mis ojos abiertos de espanto me muestran ciertas oscuridades. Veremos...

1 de julio del año 2001 (más tarde)

Miento. Siempre he mentido.

Nadie sabe la increíble magnitud de mi desesperanza y mi miedo. Tengo terrores constantes, siempre tengo la sensación de que me espera un futuro lleno de sufrimiento, cada lágrima que sale de mis ojos es apenas una que permito que salga, pero las lágrimas que tengo son infinitas, porque el miedo me llena de lágrimas. La música a veces me salva de ser, me dejo ir en melodías, pero siempre tengo una parte de mí que no me deja solo, siempre estoy acompañado de mí. Y es por eso que la noche me sirve, porque la soledad y el silencio de la noche me atrapan y empiezo a verme pero no así, no así como soy, sino que me veo como podría ser, me atrapo en redes de verdad que apenas dejan escapar partes de mí que se salvan de mi juicio eterno.

Mi mente es un gran lugar, es un templo de silencio y oscuridad, aunque a veces es una habitación fresca y bien iluminada y suena alguna melodía que me sirve tanto como la noche, tanto como estar solo cuando no estoy solo. No quiero escapar de mí, lo que quiero es no querer dejar de ser yo. Estoy cansado de ser yo, pero ser yo es lo mejor que se me ocurre, siento que otros disfrutan más de sus vidas que yo, pero aun así no quiero esas vidas, no sé que podría pasarme si me dejara llevar por ciertas llamadas de mi inconciencia, si hiciera caso de los gritos desesperados de mi cuerpo cansado que me pide que salga al mundo. No sé, no sé nada sobre mí, soy tan misterioso para mí como cada persona que me cruzo en mi camino. Soy ajeno a mí, me miento como le mentiría a otra persona. Me miento como el viento que quiere ser otra cosa y no puede porque só1o es viento.

Y quizás yo quiero ser viento, quiero llevarme mis propias palabras como el viento que se lleva siempre las palabras, aunque las diga, aunque las guarde, aunque la escriba, aunque quiera gritar mi verdad con los pulmones gastados de tanta mierda. No quiero seguir escribiendo más, no quiero ser un escritor, quiero ser normal, quiero no sufrir más estas heridas constantes que me tienen atrapado al pasado.

Quiero saltar al abismo de no saberme, quiero enceguecerme de luz, quiero practicar un nuevo sentido para mis manos, para mis ojos, quiero no tener que decir más palabras, quiero aislarme de mi dolor, desaparecer del mundo material, convertirme en silencio constante, ser pensamiento, sonreír como estúpido pero sabiendo. No sé.

Y creo que no quiero saber, o mejor dicho, no quiero querer saber. Por supuesto, mucho más complicado y casi imposible. Yo no puedo decidir qué es lo que quiero. Lo que quiero me llega como una orden de mi cerebro, y yo soy esclavo de lo que decido querer. Puedo hacerlo o no, pero no puedo dejar de querer hacerlo. Soy esclavo eterno de mi voluntad imposible.

1 de julio del año 2001, a las 20:22. Sigo queriendo seguir, y no...

1 de Julio del año 2001

¿Podré llegar a conocerme así, escribiéndome en palabras, lamentándome en sinsentidos continuos, llorando en noches oscuras sin lágrimas?

Quizás ya no quiera saberme cuando finalmente llegue a saberme, quizás mi camino tiene sentido en cuanto es camino, pero al realizarse su supuesto objetivo, pierda toda su raz6n de ser. Esta incertidumbre constante de seguir por un camino que no conozco, persiguiendo un objetivo que no sé si quiero, alegrándome cada tanto como si al sonreír pudiera engañarme de mí, como si las palabras pudieran sacarme de este laberinto que es mi mente y que es mi vida.

Hay laberintos reales y hay laberintos mentales, es decir, más reales. Porque si me pierdo en un laberinto real, siempre hay un camino de salida, siempre queda el camino inverso, aquel por donde entré, pero cuando el laberinto es mental, quizás sea imposible salir, quizás no haya salida, quizás tenga que inventarla, así como inventé el laberinto, y quizás inventar la salida del propio laberinto sea demasiado difícil. Por eso es más real, me siento tan perdido como en un laberinto de paredes, pero en un laberinto de imágenes, de recuerdos, de verdades y mentiras, un laberinto donde no podés dar un paso atrás, porque esa vuelta que diste a la izquierda hace un minuto ya no existe. Como si fuera un laberinto donde las paredes están constantemente cambiando, donde cualquier forma de razonamiento se vería de afuera muy similar a la locura.

Quizás sólo haga falta (aunque decirlo es fácil pero hacerlo casi imposible, aunque posible) darse cuenta que el laberinto no existe, que no hay salida. Porque tampoco hay entrada. Que se trata todo de una ilusión, que quizás sólo hay que abrir los ojos para ver la verdad. Pero así y todo, a veces, aún sabiendo lo irreal del laberinto, me siento más cómodo recorriendo estos caminos imposibles y esperando el momento de salir sin querer saber que solo estoy perdido en mis ganas de estar perdido. A veces se disfruta de algunos sufrimientos.

Hoy es domingo... ¿explica eso todo el laberinto anterior? Hoy es domingo, un día para quedarse en la cama y gemir, y mirar por la ventana el cielo azul sabiendo cuanto más disfruto de un día así en la semana, cuando puedo quejarme de tener que ir a trabajar. Los domingos deberían ser todos días grises y tristes, ¿qué significa este tremendo sol y este azul desmesurado que viene a complicarme la melancolía?

Nada mas, 1 de Julio del año 2001, a las 16:08. Estoy intentando descubrirme. En la ciudad de Salta, a más de mil kilómetros de cualquier persona conocida, a más de mil ki16metros de todo lo que es yo, de mis recuerdos, de mi realidad pasada. A más de mil kilómetros de mi vida... veremos que sucede en adelante, Leonardo Sznajder.

27 de junio del año 2001

Sigo y sigo. Es decir, intento seguir. Mi camino se va cerrando, como si la realidad fueran dos paredes en cierto ángulo, y yo me trasladara lentamente hacia el punto en el que se cierra el espacio. Pero sigo y sigo, tengo ciertos trucos, tengo varios ases en la manga, y poco a poco voy sacándolos. Por eso sigo, porque ciertos ases están tan escondidos que hasta a mí me sorprenden cuando aparecen, y tengo entonces la constante incertidumbre. Mis pasos siguen pero el próximo paso, el que estoy dando ahora, mientras escribo esto, es tan cierto como el que daré en diez años, cuando sea tan otro que ni siquiera puedo imaginarme.

Es decir, tan cierto de ser incierto. Ahora estoy con mi realidad aquí, queriendo que esta sea mi realidad, pero bien sé que nunca sé cual será mi realidad. Sólo puedo hablar, y no mucho, sobre las realidades que ya viví, sobre lo que fue verdad, pero sobre lo que sabré, nada puedo saber aún.

Me conformo con esto, saber que no sé, saber que cualquier cosa que pase me va a sorprender. Disfruto del placer supremo de disfrutar. Aún puedo llorar y reír mil veces, me esperan tantas sorpresas como las que ya viví. Vivo tan separado de lo que es, que cualquier cosa, el llamado de un amigo, el vuelo de un ave, una nube que de repente se ve rosada al atardecer, el borde de un cerro casi azul de tan cerca del cielo, la melodía de un violín que me habla desde siglos atrás, la poesía de lágrimas de cierto autor que ha pasado por donde yo, la muerte de un sueño, la tristeza de haber amado, y el saber que se sufre tanto como se ha gozado, y millones de cosas más, y todo, cada segundo, cada mirada, cada palabra, cada gesto, todo lo nuevo, y todo lo viejo que siempre está, todo eso, siempre me sorprende, mucho, siempre, por eso sigo y sigo y sigo, porque todas las sorpresas son bien recibidas.

Hoy es 27 de junio del año 2001, miércoles. Son las once de la noche y quince minutos. Estoy en la ciudad de Salta, volviendo a crearme, como siempre.

Veremos que sucede en adelante Leonardo Sznajder.

23 de junio del año 2001

Al no saber que quiero, me resulta imposible saber si voy por buen camino.

Intento tener mis sentidos constantemente despiertos para así no perderme de nada, pero a veces me distraigo, me pierdo en caminos laterales de mi camino que desconozco totalmente. Al no haber camino, por absurdo que suene, no hay camino. Y no haber camino es esto, es seguir y seguir sólo por seguir, esperando que algún afortunado accidente me traiga de repente un sentido.

Recorro con miradas interiores mi secreto de siempre para lograr descifrar mi enigma más oscuro, mi acertijo más pequeño. Me recorro como por un laberinto, marcando a cada paso con palabras el sendero que elijo, para así poder volver, aun sabiendo que volver no existe, que volver es sólo una ficción. Volver es la carnada, es la sensación de falsa tranquilidad, es querer recorrer un camino con la mentira de descansar en el volver.

Marco mi camino inexistente con palabras que forman mi realidad, pero nunca podré saber qué sentido puse en las palabras. Cada día, cada minuto que pasa, soy otro y no puedo saber nada sobre las intenciones y sentidos de todos los otros que fui cuando fui. Por eso mi camino es de enigmas, y las palabras que dejo como migas de pan de cuento de hadas, no son comidas por aves, sino simplemente se transforman en sin sentidos, palabras sin referente real, misterios que por misterios, no existen. Y me pierdo.

Nunca vuelvo a nada, porque lo que dejo atrás, aunque supiera el camino perdido, ya no es lo que dejé, y porque aunque fuera así, yo ya no soy el que era cuando partí, y aun imaginando el absurdo de que todo fuera igual, incluso yo, y que el camino de vuelta en el tiempo fuera posible, aun así la desconfianza me mostraría la verdad, el saberme de vuelta haría lo real distinto de lo real.

Volver es imposible, uno siempre va, aunque geográficamente el camino se superponga, siempre es ir, aunque se repitan las personas, siempre es nuevo. No hay un espejo que refleje dos veces lo mismo, no hay realidad que se repita, mas que en sueños. Y los sueños...

Desconfío del sueño, desconfío de la esperanza del sueño, lo único real, aunque siempre falso, es la angustia del sueño. Un sueño feliz me llena de angustia al despertar, casi tanto como una pesadilla, aunque de ciertas pesadillas siempre es bueno despertar.

En definitiva, lo único cierto es esto: lo que es, es. Y nada es nunca igual a nada, y todos los caminos son un solo camino que no existe, y la mayor ficción es la de creer que uno vuelve, cuando la verdad es que siempre va. Todo movimiento es siempre hacia adelante. Sólo la memoria hace el camino inverso, y la memoria es sólo eso, imágenes como sueños de lo que fue, porque podría haber sido.

23 de junio del año 2001, en la ciudad de Salta. Afuera se ven cerros, casas, y un cielo tan azul como el cielo. Sigo inventándome, como siempre, perfectamente imperfecto.

22 de junio del año 2001

Gritar y gritar. Pero no hasta perderse de si, sino hasta quedar exhausto de no ser, gritar hasta que el dolor comience y termine.

No pensar durante el tiempo mas largo posible, concentrarse en no concentrarse en nada, intentar la locura absurda de no tener palabras rondando la cabeza, ni imágenes los ojos.

Sorprenderse de estar simplemente siendo, sorprenderse de que exista ese estado, aunque uno no pueda alcanzarlo. Sorprenderse de poder aún sorprenderse.

Intento saberme como si fuera otro, pero aun siendo otro sé que sería yo, tan yo como yo, como el espejo del espejo. Intento un imposible que es pensar en descubrir verdades a través de frases, de significados inconclusos.

Pretendo saber algo nombrándolo, absurdo indiscutible, pero más aun cuando no puedo siquiera nombrarlo.

Y cambiando de tema... ¿cuándo comenzará mi revancha, cuando comenzaré a demostrar y mostrar y saber todo lo que tengo adentro?

Porque yo puedo entrar en mí y recorrerme como quien recorre un laberinto de imágenes e ideas, puedo incluso, con años y años llegar a vislumbrar alguna parte, una pequeña porción, pero qué puedo esperar de otro, de cualquier otro, si ni siquiera yo llego a comprenderme, a veces apenas llego a comenzar a comprenderme. Y no busco la verdad, ninguna verdad. Busco simplemente una pequeña mentira que me tranquilice por un rato, algún absurdo que me haga sonreír, una nostalgia inventada de momentos no vividos recordados sin recordar, una historia fantástica falsificada sin saberlo. Eso. Cualquier cosa que me saque de mí, como una droga pero sin droga. Cerrar los ojos y ser yo, pero otro, ser otro pero como un sub yo, no otro otro.

Hace tiempo ya, mucho tiempo, que quiero reír, que quiero verdaderamente reír. No quiero esa risa que me trae otra risa que ya no tengo y extraño, no quiero esa risa falsa de saber que río porque quiero reír y no porque río.

22 de junio del año 2001, en la ciudad de Salta, a pocas horas de llegar, intentando reubicar mis sentidos dormidos...

Más año 2001

Proceso de creación. Palabras lanzadas como sinsentidos constantes. Alusiones confusas. Nociones perdidas sin conjunto ni verdad. Veamos...

Fragmentos. Algunos fragmentos.

Lamento distante. Fragmentos dispersos de lamentos viejos.

Soles de invierno en cielos quizás blancos.

Gritos ahogados en una noche de poco silencio. Dolores de dolores, de siempre. Punto de partida de carreras nunca corridas entre un silencio y su muerte, la palabra. El ganador no sabe nunca que ha ganado y ambos creen haber perdido. Y en realidad hay dos ganadores.

Puedo seguir perdido en palabras por siempre, debo seguir. No es una opción.

Quisiera poder detenerme a pensar, darme cuenta de todo, y seguir. Nada puede tener sentido, porque nada lo tiene.

Arriesgarlo todo en la última jugada y esperar sentado, deseando perder.

Después de todo ¿qué es perder cuando ganar es dejar de ser uno, es decir, perder?

Golpear las teclas de esta máquina como un pianista poseído, enceguecido en la ejecución de una obra maestra, con una salvedad: la triste certeza de saber que no hay tal obra maestra, y que la melodía de este instante aún no existe.

Pero jamás hay melodía cuando todo es silencio, apenas lastimado con los sonidos perdidos del antiguo mecanismo de esta máquina.

Y a pesar de todo suena un piano. Siempre suena un piano.

Salir de este encierro de tener siempre los ojos abiertos, este encierro de realidad, estas paredes de lo cierto.

Jugar, siempre jugar. Y hacer trampa, pero no para ganar, pues nadie gana. Simplemente para durar más en el juego. Desconocer las reglas y por lo tanto, romperlas. Fallar y fallar. Y volver a fallar.

Mentir hasta creer que la mentira es la verdad, y que nadie miente cuando miente.

Año 2001

Bueno, después de todo, no siempre se puede ser uno mismo. Lo cierto es que la realidad se esconde en este instante en el que la verdad se muestra. Pero no encuentro momentos distintos, no encuentro momentos claros cuando las realidades que me encuentro están enredadas en esta sorpresa de no ser.

Un espiral, por definici6n, no puede nunca ser un laberinto. Pero ¿cómo se puede definir mejor un laberinto en el que hay un único enredado camino y sólo hay una entrada que es, a la vez, salida? Un espiral es, siempre, un laberinto.

Descubrir el engaño en cada frase que intenta quitarnos de nuestro camino. Ya lo dijo alguien "don't let them change you, or even rearrange you" (Bob Marley)

Todo repetido como espejos estúpidos que obligan al mundo a la mediocridad.

Cambio.

Toda mi memoria por un instante de saber qué quiero en la vida,

O todo mi porvenir por un recuerdo que no duela tanto.

O todas mis risas por una única y verdadera risa,

O todas mis lágrimas por una lágrima de felicidad,

O toda mi desesperanza por la pequeña mentira de que mañana voy a estar mejor,

O al menos que se me permita cambiar todas mis tristezas por una auténtica tristeza.

Por las mañanas, a veces, en ciertas mañanas que se parecen demasiado a la soledad, me encuentro pensando en algunas verdades, como quien piensa en el futuro, sabiendo lo inútil de pensar en el futuro. Me sorprendo hablando con la distancia que hay entre mí y mí, es decir, la verdad que hay en cada espejo, que siendo siempre falsa parece decir siempre verdades, siempre la piel saliendo de la piel, como si los espejos pudieran nombrar alguna de mis virtudes, alguno de mis defectos, sabiendo que los espejos son solo lo visible, son solo vidrio queriendo ser algo que es. Un espejo será siempre una versión de la realidad, pero nunca la realidad. Un retrato pintado dice mas sobre mí que mi imagen reflejada en un vidrio invisible.

Sin fecha (algún mes perdido en el año 2001)

Otra vez frente a esta máquina que aborrezco y amo simultáneamente, otra vez frente a este aparato que me exprime simplemente con ser. Me siento una vez más a recorrer mis caminos como ciego, me siento pero siento que me muevo, que estoy como viajando, como si no existiera estar quieto. La sensación es que mi cabeza sigue y sigue y contra mi voluntad me va llevando por mil caminos mientras mis huesos se quedan como pegados al suelo. Se extiende el futuro como promesa errónea y me amenaza con todo lo indeseable que puede ocurrir. Al no ser, no existir, el futuro es todo. Por eso la alegría y por eso el miedo, porque veo, como si lo viviera, el abanico de posibles presentes que lentamente se aproximan a este frágil presente real de ahora. Lo peor, y a la vez mejor, es lo inevitable, pues al ser inevitable pone al descubierto la impotencia, me muestra lo inútil de la mayoría de las cosas, pero al mismo tiempo, la inevitabilidad es tranquilizadora. Si algo va a suceder, digamos, por ejemplo, la muerte, y no hay nada que hacer al respecto, es hasta placentero observar como va sucediendo, sabiendo que nada pudimos hacer para remediarlo. Yo estoy aquí, este lugar es siempre el mismo, y este momento es siempre ahora y ajeno a mí el tiempo se mueve, me pasa como si yo sostuviera una soga que se desliza por mi mano. Hacia adelante se extiende infinita e imposible, hacia atrás no puedo verla, pero está. Y yo sigo quieto, uno no avanza a través del tiempo, es el tiempo el que nos atraviesa. Como dije, este momento es siempre ahora, nunca podré estar en ayer o mañana, es siempre ahora. Mi reloj interno está siempre detenido en un instante a través del cual el tiempo hace su viaje eterno.

Se ha añadido a este sitio. A las dos personas que habían comentado en el sistema Blogger de comentarios, les pido mil disculpas.

Son bienvenidas a releer y recomentar.

Saludos.

domingo, 26 de noviembre de 2006

11 de mayo, año 2001

Ya pasaron muchas horas de esta noche y sigue siendo noche. Poco a poco las noches fueron convirtiéndose en una especie de refugio donde me escondo de cierta clase de seres que me persiguen. Ya pasaron muchas horas y sigue siendo noche y me pregunto si estaré transcurriendo una especie de noche eterna. Durante el día vivo rodeado de cosas y personas que me recuerdan todo el resto, o, para ser justo conmigo, me recuerdan esa clase de resto que es no haber resto. Pero la noche me trae la paz de la soledad, quizás alguna música, siempre impersonal, o el televisor, que se convierte en acompañante mudo de mis noches sin fin. Lo enciendo y sus palabras sin contenido, sus imágenes que sé ficticias, su realidad falsificada, me ayudan a entrar en mi cerebro, me empujan a recorrerme como por un laberinto. Una taza negra de café negro me da el soporte químico, la nicotina me llena los pulmones de ideas sobre la muerte, y para justificarme digo que no temo a la muerte, pero aquí, a esta hora en que hasta el silencio duerme, no soy capaz de engañarme de esa manera. En estas horas de oscuridad y estrellas, las verdades salen y me señalan con sus dedos acusadores y no puedo dejar de verlas y reconocerlas. Las paredes van llenándose de pintura, de palabras, de colores. Poco a poco voy como construyendo las paredes de mi refugio-burbuja-útero, llenando de significados todo lo que debería ser blanco, sabiendo que no debería ser blanco, pero tampoco pared, ni refugio. Pero aquí estoy, horas tirado en esta cama ataúd donde veo la vida pasar delante de mi vista y hago proyectos para cuando sea famoso y alguien hable de mí, de mi vida. Una de las cosas que me tranquilizan es saber que si alguna vez alguien se interesa por mi vida, va a tener varias cosas para contar. No creo que a nadie le resulte aburrido oír mi vida, siempre viajando por algún lugar, siempre llegando a nuevos hogares, siempre volviendo, siempre en movimiento sin saber nada sobre el día siguiente. Años y años escribiendo, emborrachándome, amando, viajando, conociendo gente y lugares, durmiendo alguna vez en la calle, pasando un par de días sin comer, sufriendo el desamparo de no tener casa ni comida ni dinero ni ganas de conseguir nada de eso. Y siempre escribiendo, para dejar registro, para que nada se pierda, después de todo vivo día a día fabricando recuerdos, protagonizando anécdotas. No sé cuándo voy a morir ni hasta dónde llegaré antes de que suceda, pero mientras tanto sigo creando la historia de mí, una especie de leyenda de mí, voy recorriendo caminos y repartiendo mi arte, mi poesía y mi manera de ver el mundo y su gente, y poco a poco voy haciéndome, voy siendo cada vez mas parecido a quien soy. Mi ficción se acerca día a día a mi realidad, mis sueños van despertando uno a uno y de a poco van haciéndose tangibles.

Lo único importante es no morir, mientras uno esté vivo, todo es posible, mientras mi corazón siga bombeando sangre, aunque le cueste, yo seguiré así, creando, creándome. Y todo el resto no importa, si encuentro a una mujer que me ame así, mejor, si no, seguiré solo, recorriendo este camino que empezó hace unos años y tiene como última parada el momento en que llegue a comprenderme, o la cama donde diga algún día mis últimas palabras, que supongo serán algo así: TODO ES PROVISORIO. Nada más. Sigo y sigo, escribiendo mi camino. 11 de mayo, año 2001.5:00 am.

30 de Abril del año 2001

Quiero gritar por siempre, quiero sangrar hasta morir, hasta matar cada sentimiento, quiero dormir un sueño eterno de dolores ausentes, quiero paredes que me protejan de mí mismo, quiero el amor sin fin de todos los que no existen, quiero salir de esta cárcel de mi cuerpo cansado y triste, quiero 7 melodías que me lleven por un camino (siete caminos) hasta sentir que sólo queda mirar atrás para seguir, quiero que el cielo sangre sus lágrimas de lluvia sobre mí y me devuelva las penas que vivo derramando en cada paso que doy, quiero que un fuego infinito derrita el hielo de mis venas dormidas, quiero despertar de esta pesadilla de estar vivo en este mundo que se empeña en decirme lo equivocado que estoy y que siempre está trayendo historias que me queman. Ya no existe nada nuevo bajo este sol rojo de espanto, ya no existe el tiempo desde que la muerte se instaló en mi casa en mi cuerpo en cada centímetro de realidad. Sólo yo puedo liberarme de esta tortura continua de ser yo, pero sin dejar de ser yo, siendo todo el tiempo este y otro. Quiero salir de este encierro de luces apagadas y silencios fuertes como abismos eternos donde caigo y caigo sin llegar a darme cuenta nunca que estoy cayendo realmente. Quiero ir hasta el infierno y decirle al dios diablo de siempre que estoy acá, dispuesto a pelear mano a mano hasta morir en la nueva muerte de todo. Quiero recorrer mi más grande misterio y seguir con este secreto que me persigue desde siempre y me atrapa en sus manos de sangre cada vez que intento pararme y ver con claridad la verdadera historia que me rodea.

Quiero gritar hasta que me duelan los oídos, hasta que se me salgan los ojos, quiero sangrar hasta que no quede más sangre y entonces empezar de nuevo a sangrar en gritos rojos de siempre y nunca y salir y entrar hasta que todo pierda sentido y no queden mas que líneas verdes donde se escriban las verdades con un pincel que siempre es mas verde que la verdad. Quiero saber todo y ser un ignorante, quiero ser un tipo normal, poder seguir con mi vida como el resto, apenas viviendo, creyendo que vivo, quiero poder sentarme a hablar de cosas imbéciles hasta fallecer y vestirme con esas ropas que están bien, y tener un trabajo bien, y una novia bien, y que todos me miren y digan que tipo con suerte. Pero no, es una ironía, es casi sarcasmo, no quiero nada de eso, quiero poder vivir como quiero vivir y que nadie venga a decirme que tengo que pagar esto o aquello y seguir y seguir y no enterarme de lo que pasa mas allá de mi puerta y seguir tranquilo y que se vayan todos a la concha de su madre.

¡¡¡¡¡¡QUE SE VAYAN TODO A LA CONCHA DE SU MADRE!!!!!!


Ya está, ya puse mi grito en esta hoja, no sé aún por que o para que, pero está y ahora puedo inventarme, aunque me falte amor. La muerte se burla de mí, y yo me burlo de ella, nos mantenemos entretenidos mientras dure el hechizo de mi existencia. Ella sabe que al final me atrapará, pero al ser mía, sabe también que cuando me atrape, desaparecerá. Mi muerte y yo estamos condenados a desaparecer simultáneamente y eso sé que le molesta. A mi no me molesta, yo sólo la espero con mis brazos abiertos, con el alma entregada.

Nada más.

30 de Abril del año 2001, 8 menos 20 de la noche. Llueve. Y llueven mis ojos las lágrimas que siempre están. Veremos que sucede en adelante.

Leonardo Sznajder

12 de marzo del año 2001

La verdad es como un grito estéril en medio de una tormenta seca de gotas amargas, es un aullido agudo vociferado entre lamentos desgarrados de angustia y dolor. La palabra, las palabras, se suben unas a otras, intentando alcanzar su cima, su potencialidad. Los significados son siempre contradictorios, son siempre palabras definiendo palabras. No hay verdaderos significados, no hay verdad.

La mayor paradoja es la de explicar el hecho de que no existen explicaciones. La mayor contradicci6n es usar palabras para describir objetos, sensaciones, cosas reales. Só1o es aceptable el uso de palabras para la descripción minuciosa de lo irreal, que por no existir no puede compararse y siempre tendrá su poder descriptivo. Si describo lo que nunca he visto o sentido ¿quién podrá decirme que mi descripción es pobre, o inexacta? ¿quién puede decir algo en contra de mi descripción de algo que no pienso ni pensaré nunca, o de lugares que jamás visitaré ni puedo visitar, no por lejanos o inaccesibles, sino simplemente por no pertenecer al mundo?

Mis palabras explotan en mi cabeza y mis manos son la válvula de escape. Necesito soltarlas. Y si mis palabras no tienen sentido, sólo me queda conformarme con la idea de que nada lo tiene, y que mis palabras no contradicen, con su sin-sentido, al orden general de lo existente.

Creo haber sido lo bastante confuso como para que quede suficientemente claro.

(Caigo siempre en la trampa de mis palabras, empecinado en negarlas y usándolas para su propia negación. A veces pienso que quizás mis palabras me odien, pero quizás me amen. Quizás las dos cosas, que son la misma.)

10 de marzo del año 2001

Después puede ser que llegue, pero ahora me siento como si todos los lamentos fueran superfluos, como si pudiera sacarme estas penas con sólo pensarlo y desear lo. Me detengo un momento y pienso en las imágenes que tengo como tesoros donde apoyo, como sobre pilares, mi presente. No soy un vaso, ni estoy vacío ni lleno. Simplemente quiero ser quien sería si pudiera haber sido cuando no quise ser y fui. Las palabras me esquivan, los silencios me rodean como si fueran espadas transparentes, como espinas hacia adentro recubriendo el interior de mi burbuja protectora. Me desdibujo en un lienzo demasiado blanco y los colores imaginados forman mi retrato imposible. Ya no estoy donde quisiera, y este instante que ingenuamente llamo "ahora", se diluye como una palabra en el viento, como el eco del eco de una palabra dicha por quien ya no soy y oída quizás por quien seré cuando deje de ser y siga siendo. Te oigo sin oírte, existís como en un sueño, y te traigo en imágenes que no existen a través de palabras que te describen sin describirte y te nombran sin nombres. Pero te llamo, no dejo de llamarte, no dejo de inventar los pretextos para hacerme creer estas mentiras sobre el tiempo, el final, e1jamás y la locura de vivir en esta muerte sin vos.

No estoy loco, por lo menos de acuerdo a lo que un médico llamaría loco, pero tengo una locura o delirio que se asemeja mucho (sin serlo) a la genialidad. Vivo lamentando no haber sido otro, uno de los lamentos más inútiles que existen. Porque no puedo serlo, y aunque pudiera, ya no es entonces, sino ahora, y ahora, ya lo dije, es ficción. No sé si cometería más errores de volver a vivir, porque creo haber cometido suficientes (demasiados) pero quizás quisiera haber prestado más atención, aprender un poco más. No fui nunca perfecto, ni anduve cerca de serlo, pero puedo reconocerme pretendiendo serlo, y este es el gran error que desearía no haber cometido. Hoy en cambio, me reconozco imperfecto, de una imperfección e ignorancia tales que soy capaz de perdonarme todo, incluso el pasado.

4 de octubre del año 2000

Hojas hojas hojas, viento en el viento, copas de copas, ¿y la tranquilidad? ¿y todo? Letras palabras discursos y versos, y el tiempo y el tiempo, ¿la verdad? ¿la realidad? No hay nada, nada, nada de nada, y todo, y también hay todo. Velocidad, distancia, recuerdo y olvido de la mano, canciones de atrás, canciones sin sueño, gritos gritos gritos, voces sin las voces, fragmentos de fragmentos, porciones de alma, ¿amor? ¿amor? Quizás amor, quizás disfraces, quizás volumen de nostalgia, quizás más nada. Duele el dolor, vuela sin aire, canta sin versos, sangra en remedios, sangra sangre amarilla, sangre verde, ¿savia? Brotan brotes rojos, azules y negros. Oscuridad, silencio, ¿la noche? La noche amiga, la noche cómplice. ¿me recuerdo a mí mismo? Dimensiones distintas, superficies. No hay color, no hay tamaño. Dos gotas saladas saludan y escapan, dos gotas saladas se pierden en el mar, dos gotas saladas en la alcantarilla, dos gotas saladas sin sal. ¿pierdo foco? ¿malgasto papeles sin vuelta? ¿me corro y dejo pasar de largo al dolor?

Distancia cero, cercado el amor, paredes paredes paredes, ¿quién te construye las paredes? Ladrillos, cemento, ¿ventanas? Sin ventanas, con techo. Paredes, la realidad dando pasos temblorosos, temerosa de su irrealidad. Temor, temores, terrores, horror, miedo a la locura, miedo a los pretextos, miedo a la anestesia del mundo, ¿miedo al mundo? Pesadilla, pesadillas sin luz, pesadillas pesadas, doradas, inertes. Sueño sueños imposibles, sueño sin soñar, despierto, mis ojos ciegos de luz intentado volver, ojos rojos de espanto, ojos fríos sin sol. Miradas, miles de miradas, miradas distintas, te miro en las noches, te miro sin vos.

La muerte, silencio sin silencio, oscuridad inexistente, ni siquiera la nada. La muerte, no-ser absoluto, inexistencia de lamento. La muerte, la eternidad de la nostalgia, ¿tiene sentido? ¿tiene razón? ¿qué muerte será capaz de venir a buscarme? Tengo mi corazón armado para mil guerras, tengo mis ojos llenos de fuego vivo, tengo millones de excusas, millones de razones, motivos, justificaciones. ¿Qué muerte será capaz de venir a buscarme?

Se acaba el camino, se cierra este círculo, se detiene el texto, las palabras comienzan a sobrar. Este es el fin.

4 de octubre del año 2000, día de la soledad.

19 de julio del año 2000

Son las 7 y media de la mañana. Hace mucho que no escribo acá, en este pseudo diario. Pasaron muchas cosas desde la última vez. Ahora soy un pobre idiota que anda solo por el mundo. La mujer que amo ha decidido dejarme, y aquí estoy, para enfrentar solo la vida. Y no es fácil. Hay demonios malditos acechándome, hay imágenes nítidas como dolores que no dejan de acosarme minuto a minuto, hay palabras que flotan a mi alrededor como torbellinos de lo que tendría que haber sido, hay fantasmas coléricos que torturan mi piel, hay nubes grises de espanto tapando mis ojos cansados de llorar, hay soledades gritando fuerte en mis oídos tristes, hay oscuridades de tiempo y dolores verdaderos, la verdad se suma a este desconcierto y el resultado es simplemente saber que no hay culpables, que hay un solo culpable, un solo condenado, un solo verdugo, un solo juez, y todos soy yo, que sigo vivo porque mi cuerpo me es ajeno, porque mi corazón sigue latiendo y mis pulmones, cuando duermo, siguen inspirando el aire. Por momentos logro olvidarme de todo este dolor, pero es un olvido engañoso, tengo que vigilarlo, porque de repente, en el momento más inesperado, aparece el presente y me golpea como un viento soplando en mi oído miles de verdades que no puedo evitar. El olvido es por momentos un precioso regalo, la risa me llena la cara y río a carcajadas, alguna melodía que me transporta, una conversación con un amigo, un chiste que alguien cuenta. Pero ese olvido es un disfraz (en seguida me descubro, es difícil esconderme de mí mismo) y el disfraz cae tan pronto como alguien dice algo que me recuerda la verdad. Y ese algo puede ser cualquier cosa, una palabra que quizás nadie relacionaría con esto, un sonido especial, un olor, alguien nombra una calle, un lugar, o un nombre similar al de ella, o cualquier persona que la rodea. Y entonces todos mis sentidos se vuelven hacia allí, como si todos los vientos soplaran en esa dirección, y mi coraz6n veleta gira y apunta hacia el origen de todas mis dichas pasadas y todos mis tormentos presentes. Y el olvido huye y se esconde avergonzado. Ha logrado engañarme por un rato y se siente de repente inútil. No hay olvido posible, y mientras no hay olvido, es imposible otra cosa, es imposible intentar crear algo distinto, proyectar una vida. Sabiendo que cada día será lo mismo, que cada día de los que me quedan por vivir será casi una repetición de este día, del día de ayer. Por supuesto tendré momentos en los que el disfraz será muy bueno y efectivo, pero sé que cada día tendrá siempre el momento de la caída de los disfraces. Son las 8 menos 20, está amaneciendo, un nuevo día está comenzando y tengo varias cosas para hacer. Viajes en colectivo, en tren, tengo que ver gente, conversar, poner mi mejor cara de ser humano que disfruta la vida, engañar a todos y aparentar que logro engañarme a mí mismo. Y al llegar a mi casa, por la noche, podré descansar los músculos, aflojar las máscaras y mostrar mi verdad, mi aterradora verdad. Y esta es mi verdad: no disfruto absolutamente nada, no existe mi vida, no existo yo, soy un cuerpo sin alma vagando por el mundo, ni siquiera en busca de nada, solo carne y huesos, y sangre corriendo impulsada por un corazón golpeado. Sigo vivo porque la vida siempre intenta seguir, porque tengo un instinto, y porque tengo opiniones formadas sobre la muerte. Pero aunque no tengo planes de quitarme la vida, sé igualmente que no habría gran diferencia. Hoy estoy muerto, no tengo alma, no tengo amor, no tengo esperanzas, no tengo nada, absolutamente nada que me haga creer que mañana puedo estar mejor. Mi vida es una mierda. Vivo creándome ilusiones que no logran engañarme, y cuando me doy cuenta de las mentiras, me pasa esto, empiezo a escribir y suelto mis manos y escribo todo esto que dice acá. Es casi como si estuviera drogado con suero de la verdad. Escribo y escribo y me voy dando cuenta que esta es mi verdad, que ya no tengo ganas de seguir luchando, contra mi vida no puedo hacer nada, porque mi cuerpo quiere seguir vivo, pero tampoco tengo nada que hacer a favor. Seguiré mi camino, mi no-camino, mi transcurrir como un ente solitario y perdido. Algún día voy a morir, quizás muy viejo, y recordaré, un segundo antes, este tiempo, este momento de mi historia, en el que dejé de vivir y de soñar. Adiós por ahora. Si puedo, seguiré informando (informándome) sobre el estado de mi no-vida, por ahora los dejo, me dejo. Debo irme a continuar con la farsa de mi presente. Adiós.

19 de julio del año 2000, 8 menos diez de la mañana. Veremos que sucede en adelante, quizás (lo dudo demasiado) alguna sorpresa me espere todavía.

30 de abril del año 2000

Son las 10 y media de la noche de este puto día domingo, y yo estoy en mi casa, intentando sobrellevar esta sensación que lentamente va naciendo en mí, una especie de frustración, algo así como descubrir lentamente que todos mis sueños son sólo eso, sueños, y que voy a tener que luchar desesperadamente para llegar a conseguir algo, una sonrisa, un aplauso, un peso para comprar algo que comer. Es una pequeña frustración, es una fuerza que tengo desde adentro que me dice que sería más fácil si me dejara llevar por la marea de mediocres que me rodea, que me dice que por qué no acceder a todo eso, el trabajo, el celular, la tarjeta, el auto, el alquiler, el jefe, el horario, las sonrisas de todos y mi desolación. Y yo sé que es más fácil, quiero decir que si me arreglo un poco, el aspecto y las ideas, y salgo a buscar un trabajo y lo consigo, entonces todo sería más fácil, tendría comida siempre, tendría cigarrillos siempre, tendría a todos contentos siempre. Y está pasando ante mí la tentación, la seducción de todo solucionado, y es fuerte, es peligrosamente seductor todo el asunto, lo de todo bien, todos contentos. Pero por ahora no, por ahora sigo en esta, mientras pueda, seguiré luchando contra la tentación, porque es como el pacto demoníaco, está todo solucionado, pero ¿a qué precio? (La entrada es gratis, la salida... vemos)

Espero resistir todavía, tengo grandes esperanzas de poder algún día decirles a todos: acá tienen, vean como pude hacerlo, y jódanse. Veremos que sucede en adelante. Adiós.


Lunes 20 de septiembre de 1999, una y media de la mañana.

El sueño llega, pero la lucha comienza. Pasan los minutos de esta noche eterna, pero no logran vencer a mi cuerpo. Los gatos duermen de a ratos, vencidos por la noche, sus estómagos llenos, aprovechando el calor del hogar. Saben que en cualquier momento llegará el amanecer, yo saldré para el trabajo, y ellos volverán a su lugar cotidiano, su hábitat forzado, la calle. Pero ahora duermen. Y yo no. Yo no puedo rendirme ante el pedido de mi cuerpo, porque sé cosas que mi cuerpo desconoce. Sé que el tiempo pasa, y que cada día es un día menos que me queda. Sé que las horas son muy valiosas, demasiado valiosas como para perderlas durmiendo, aunque sea esto lo que me pide a gritos mi cuerpo castigado por mi locura cotidiana. El café, la cafeína, son mis aliados, mis compañeros de vigilia, mis ayudantes en esta travesía hacia el entendimiento del presente. Nadie me entiende, nadie sabe nada de todas las cosas que suceden en mi cerebro, a cada instante asaltado por dudas y esbozos de certezas. Años o siglos quizás necesito para descubrir yo mismo todo lo que me atormenta, que esperanzas pueden albergar los otros, tan lejanos de mis secretos como cercanos de mi cuerpo. Pero de a poco las explicaciones de mi desconcierto van tomando forma. Hoy son poesía, mañana no sé, porque no existe mañana. El arte, única forma de expresar sentimientos, locuras, tormentos, alegrías y tristezas, puede tomar infinitas formas, y si hoy es poesía, es sólo una casualidad, una circunstancia. Pero que nadie se asombre. Mi destino, si es que tengo uno, es expresar, expresar las cosas que siento, las que pienso, las que me suceden, las que deseo, las que temo, las que recuerdo y las que aún espero. Y un día, cualquier día, mi expresión se transformará, quizás las letras se tornen inútiles, quizás sean melodías las que logren satisfacer mi deseo de transmitir, quizás colores, o quizás todo junto, o nada. No sé nada de mañana, como ya dije, porque mañana no existe. Y hoy es todo lo que tengo. Sólo espero que cada hoy que tenga en mis manos sea exprimido hasta la última gota, así cada mañana, transformado instantáneamente en hoy, llega sin remordimientos pasados, sin cuentas pendientes, sin terrores ocultos, sin frustraciones. Eso es todo por hoy. Adiós.